Por Marangelí Olán
El 9 de noviembre no fue un día común y corriente. Mi reloj no sonó y me levanté tarde. Apurada entré a la ducha y al abrir la pluma sólo salió aire. Frustrada salí corriendo hacia la escuela. Me quedaban siete minutos para llegar.
Al doblar la esquina tropecé con la Sra. Pérez que paseaba su cocodrilo.
--¡Buenos días Maria! ¿Cuál es el apuro?
--Voy tarde para la escuela, Sra. Pérez.
--Nunca descuides tus estudios, son muy importantes. Mi marido estudió mucho y gracias a eso me pudo regalar a Humberto en nuestro aniversario. ¿No es precioso? - dijo señalando el cocodrilo.
--Sí, hermoso-- le mentí. --¡Adiós!
Corrí hasta llegar a la escuela. Las puertas ya estaban cerradas.
De repente un chorro de agua cayó sobre mí. Cogí la barra de jabón y comencé a enjabonar mi cuello.
El 9 de noviembre no fue un día común y corriente. Mi reloj no sonó y me levanté tarde. Apurada entré a la ducha y al abrir la pluma sólo salió aire. Frustrada salí corriendo hacia la escuela. Me quedaban siete minutos para llegar.
Al doblar la esquina tropecé con la Sra. Pérez que paseaba su cocodrilo.
--¡Buenos días Maria! ¿Cuál es el apuro?
--Voy tarde para la escuela, Sra. Pérez.
--Nunca descuides tus estudios, son muy importantes. Mi marido estudió mucho y gracias a eso me pudo regalar a Humberto en nuestro aniversario. ¿No es precioso? - dijo señalando el cocodrilo.
--Sí, hermoso-- le mentí. --¡Adiós!
Corrí hasta llegar a la escuela. Las puertas ya estaban cerradas.
De repente un chorro de agua cayó sobre mí. Cogí la barra de jabón y comencé a enjabonar mi cuello.
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