21 mayo 2006

Editorial




Se me despertó la mariposa del estómago muy temprano. Tanto, que apagué la alarma antes de que sonara. Escoger la ropa fue una aventura en donde recorrí mi pequeño apartamento entre conjuntos de chaqueta que parecían no combinar con ningún par de zapatos. Ese día, caminar me pareció el peor sacrificio de la temporada. Regresar al salón de clase después de ocho años retirada no fue fácil. Y lo peor, era que debía ofrecer una materia que ningún estudiante desea tomar: español avanzado.

Todavía recuerdo ese primer día sentada frente a las diez miradas inquisidoras. Todas, féminas adolescentes con el poder de decidir si se quedaban en la clase o si, sencillamente, después de escuchar mi oratoria, la rechazaban. No tuve tiempo para escoger las palabras porque no esperaba la situación. Así que dejé salir lo que se me ocurrió. Entre esas cosas, propuse ofrecer una clase diferente. Aunque mi plan de acción era variado, no tenía idea de cómo iba a cumplir mi promesa.

Llegó la suerte. Surgieron las ideas y con ellas los recursos para realizarlas. Desde entonces, he visto a estas diez muchachitas desenvolverse en la escritura, fui testigo de la preparación que adquirieron para entrevistar: a Hugo Ríos, escritor, Ángel Matos, poeta y José Enrique Estévez, músico y motivador natural. Las he observado ingeniárselas para crear cuentos y poesías en sendos talleres, vi sus rostros transformados al escuchar poesía y atendí sus argumentos a favor y en contra de lo nuevo conocido.

A pesar de toda la teoría que nos venden en los libros de pedagogía, los estudiantes no toman el modelo para saber cómo reaccionar. Por eso, este semestre fue necesario experimentar sin recordar mucho a un Piaget que no conoció la “cultura” del reggaetton o a un Maslow que no vio la facilidad con la que la nueva juventud adquiere aceptación a través de sus posesiones materiales y aumenta su autoestima mediante sesiones de mesoterapia o cirugía estética.

En el salón de clase, fue necesario instar a que las estudiantes se cuestionaran, evaluaran y decidieran qué postura tomar para que comprendieran que ser una buena estudiante requiere de independencia e iniciativa propia. Solo así el aprendizaje será de utilidad en su vida futura. Estas páginas, muestran parte de los resultados de lo que fue aceptar el reto de tomar la clase de español avanzado 2006. Ahora que conocen la importancia de la palabra espero que esto no sea lo mejor que escriban en sus vidas sino un comienzo para seguir mejorando.

Vilmaris Afanador Cabán, Valeria Cardona Soto, Marianne Cortina Aldebol, Marivette Del Toro García, Hesley Lugardo Cruz, Gabriela Ortiz Uriarte, Verónica Rivera Vélez, Cristina Sumaza Santos, Laura Surillo Dahdah, Desirée Velázquez Rodríguez, son las protagonistas de esta aventura académica donde se desempeñaron como escritoras y editoras, por primera vez.

1 comentario:

Atelier 409 dijo...

Muchas gracias por tu apoyo, siempre.